Pound escribió que los hombres tienen unas cuantas docenas de verdades en su vida. Una de mis verdades absolutas ha sido y es Cusco, acaso más precisamente, Machu Picchu. Hace un par de semanas aduve por ahí y, les juro, no saben lo que es (o, bueno, lo sospechan o quizás hasta lo sepan, pero yo ando más emocionado que no sé qué, así que compréndanme). La vibra es otra y como le vengo diciendo a todos los que me preguntan, pues más allá de lo cosmopolita, la salvaje vida nocturna (con su respectivo y cavernario gileo), Cusco no ha perdido su inocencia, ésa que la hace tan pero tan especial como para convencerte que no puedes dejar de visitarlo otra vez.
El hospedaje donde me quedé era más que genial: un caserón que conserva en su interior la mística cusqueña, esa paz y tranquilidad que hasta se olía en el aire. En materia de viajes, nunca me sentí tan feliz como en aquel entonces. Caminando, conociendo, descansando y maravillándome con todo a mi alrededor.
El balcón daba a una preciosa calle hecha de piedras, hacia su derecha, atestada de bares, cierto, pero no por ello menos hermosa. Hacia la izquierda, una digna stairway to heaven, un conjunto de escaleras que, por algún lado, te llevaban a la cuesta de San Blas.
A una calle de la Plaza de Armas, era un pecado no ir hacia allá, sentarte en una banca a leer o simplemente contemplar el cielo celeste, los cerros que confunden el verde, el mostaza y el marrón; la Catedral, la Compañía de Jesús... Todo es tan hermoso que tengo la imagen clavada en la retina.
El viaje a Machu Picchu, una aventura. Machu Picchu fue como un sueño. Toda mi vida había deseado con el alma ir, y por fin lo hice. Corrí todo el recinto como un niño, quería pisar cada centímetro de ese apoteósico lugar... ¡Y vaya que lo hice! Luego de pasear la mañana entera, echado en los andenes, uno no sólo se maravilla por la genial arquitectura y grandeza de los Incas, sino que también valoras cosas tan increíbles como esa experiencia o la paz espiritual que -creo- te brinda Cusco.
Y es que para algunos de nosotros la felicidad consiste en las cosas simples de la vida, en esa capacidad de sentirte en paz contigo mismo y con lo que te rodea.
¡Viva Cusco!