2009-10-25

Enrique Bunbury en Lima - Perú: El momento de gloria del que pudimos disfrutar



"...Una herida mortal
por cada momento de gloria
del que podamos disfrutar..."
De, "El Club de los Imposibles".

Perú tenía una herida. Una herida, a decir verdad, no tan secreta. Una herida (que el tiempo no iba a curar cual doctor) y la necesidad de caminar con bastón para el corazón. Es que los últimos 13 años nuestros -hablo por todos los que le siguen desde )s( e incluso a los que lo hacen desde después- corazones vivieron, de alguna o de otra forma, cojeando. Pero esos 13 años que tuvieron que pasar para que Enrique Bunbury, el maestro que desde ya hace un tiempo tiene asegurado un lugar en el Parnaso, volviera a pisar estas tierras con el franco objetivo de brindarse (como siempre) sobre el escenario, tuvo su recompensa. Su ausencia era un precio que ya estaba pagado (de sobra) y entonces sólo quedó el momento de gloria del que pudimos disfrutar.

El disfrute y la responsabilidad, como miembros de "El Club de los Imposibles", había empezado el 20 de octubre, con la llegada de Enrique al país. Recibido de la mejor manera, con regalos y, sobre todo, con calor humano, tuvimos la fortuna de que al llegar se detuviera en la zona en la que estábamos, tomándose el tiempo de, incluso, leer la gigantografía que habíamos preparado para él para darle la bienvenida, de firmarle un disco a Angie y estrecharle la mano a nuestro popular y bien ponderado José Luis, más conocido como "Pequeño". Lo demás sería días de compañía a Enrique y la espectacular banda que lo respalda, y, por supuesto, el día esperado: el del concierto, en cuya víspera algunos tuvimos la insana, pero noble idea de quedarnos a acampar en las puertas de la explanada sur del Estadio Monumental.

El día había llegado. El cansancio abrumador era opacado por la vehemente ansia de ver Enrique Bunbury en escena. Ya no eran los CD ni los DVD a los que tanto humo les sacamos en nuestras reuniones de trabajo y de relajo. Ahora estaríamos ante el hombre delgado que no flaqueará jamás. La familia, que es "El Club de los Imposibles", no podía dejar de alegrarse por uno de nuestros sueños ad portas de cumplirse: tener al Maestro en concierto en nuestras tierras. Desde la cola, en plena prueba de sonido, la emoción tatuaba sonrisas en nuestras caras. La tarde avanzó y así estábamos situados en dos sectores frente al escenario que pariría la gloria en pleno Lima. Justo al frente del Aragonés Errante. Los cánticos intentaban decirle a Enrique que le habíamos esperado por mucho tiempo y que, en efecto -tal como declarara para algún medio escrito-, el concierto sería pasional. Lo que siguió después fue la vida.

Poco después de las nueve, se dejaba escuchar "A plateful brain", de Messer Chups, canción que Bunbury ha utilizado como intro en toda la gira Hellville de Tour, mientras las dos pantallas al fondo del escenario dejaban ver no sólo juegos de luces, sino un muy interesante vídeo arte que respaldaba la mayoría de las canciones. Entonces, empezó: Las primeras notas de "El Club de los Imposibles" (nuestro querido himno) hacían retumbar nuestros corazones. ¿Cómo explicarlo? Como si una divina taquicardia se convirtiera en el vals de tu cuerpo. Bunbury estaba frente a nosotros, cantando la canción con la que todas nuestras reuniones de trabajo (luego de agotar la respectiva agenda) se volvieron un carnaval de amistad. Todos saltábamos y gritábamos. Segundos después de cantar el primer coro, se quedó buen rato en la zona donde más miembros de "El Club de los Imposibles" había y donde teníamos la misma gigantografía que lo había recibido en el aeropuerto (¡Gracias, Maestro!). Luego de este tema (antes de "La señorita hermafrodita"), Enrique despertaba más a la gente con su ya conocido: "Buenas noches, cabrones".

Lo que siguió después fue la retahíla de temas que no hizo más que emocionar hasta las lágrimas a todo aquel que es "bala perdida con 7 vidas". Es decir: un verdadero "Imposible". Así, debo admitir que las primeras lágrimas de emoción brotaron cuando escuché los primeros acordes de "Hay muy poca gente". Como película se repitieron los instantes en los que me incorporé al Club, las reuniones de trabajo y, sobre todo, los momentos que han hecho que las raíces de esta familia se hayan hecho tan duras como el escudo de la verdadera amistad.

Enrique era consciente de que la herida era grande, por eso, tras comentar el tema de los frustrados 2 anteriores conciertos en el país (anunciados pero nunca llevados a cabo), dijo: "...Pero para nosotros hoy es un día feliz, hoy es un día... Hoy es un día en el que nos quitamos una espina". Y así fue. Por eso también hizo una promesa que cumplió con creces: "Vamos a hacer un repaso de todo. Tenemos un nuevo álbum que se llama 'Hellville De Luxe', pero lo que vamos a hacer hoy principalmente es Rock and Roll... Inca". La emoción colectiva seguía con canciones como "Bujías para el dolor", "Lady blue", "No me llames cariño" y "El hombre delgado que no flaqueará jamás". Asimismo, rememoró canciones (con su propio estilo) de su etapa en )s(, tales como "La Herida", "Apuesta por el Rock and Roll" y "La chipa adecuada", con la que más tarde cerraría el concierto.

El concierto fue la vida. Lo digo en serio. La atmósfera que se vivió fue tan emotiva, que recuerdo a "Pequeño", Leonardo y yo dándonos las manos en el aire de la emoción. El mismo Bunbury se desvivía en cada interpretación. Y no es que no lo haga nunca, de hecho es uno de los cantantes que más la vive, que hace una verdadera puesta en escena. Pero lo que sí hacía era sorprenderse de la fuerza con la que la gente cantaba las canciones, así como de sus expresiones de alegría y febril sentimiento. Nada más de recordar canciones como "El jinete", "Infinito", "...Y al final", "El viento a favor", "Doscientos huesos y un collar de calaveras" y "El extranjero", de veras que me pone la piel de gallina. A éstas se sumaron las peruanísimas: "El rescate", que Bunbury terminó de confirmar como escrita en el país y la desgarradora "Canto (el mismo dolor)" que de nuevo humedeció mis ojos.

Entre una de las notas particulares del concierto está lo que a decir mucha gente fue la alegría que mostraba Enrique de estar en estas tierras y de haber recibido la inesperada respuesta que recibió tras tantos años de carrera de solista sin ningún concierto en estos lares. El lugar no llegó a llenarse, pero quienes estuvimos, sin duda, tratamos de dejar la vida en el concierto. Cuando la gente estaba emocionada y el "Enrique, Enrique, Enrique" parecía no ser suficiente, se me ocurrió empezar a gritar: "Maestro, Maestro, Maestro". Fue genial escuchar a muchas personas gritar eso, pues, hasta donde recuerdo, a Enrique no le han coreado eso en otros países. Tan es así, que sonreía de emoción al escucharnos llamarlo con ese título que tan largamente ya se ha ganado. Mayor fue mi sorpresa cuando, en agradecimiento uno de los retornos de Enrique al escenario (azuzados por los constantes: "Oh, Enrique no se va... No se va, no se va... Enrique no se va"), grité: "Gracias, gracias, gracias" y ya éramos todos los que a sola voz lo hacíamos. La cara de Enrique lo dijo todo. Se sorprendió tanto que se le desencajó el rostro. Tan es así, que una chica argentina que había visto un par de conciertos de la gira, nos comentó que notó lo mismo y que eso la conmovió harto. Esto tiene un mérito único teniendo en cuenta cuál es el mejor público de sudamérica en conciertos. ¡Al igual que Enrique, lo dimos todo en el concierto!

Lo que puso la cereza en el pastel fue el inesperado gesto de Enrique en su última aparición en la noche. Como se sabe, Enrique no es de afiliarse demasiado a las nacionalidades, salvo por la suya y la evidente química que tiene con México. Yo le he escuchado decir que no le agrada mucho eso de estar haciendo lo que muchos artistas hacen: flamear banderas o algo parecido. Sin embargo, en el último bis del concierto, Enrique hizo estallar de emoción a la gente cuando tuvo un gesto raro (y me animaría a decir nunca antes visto) en él: se puso un polo que decía "Perú", con el pequeño detalle de un cóndor. Esto hizo que todos empecemos a gritar: "Enrique es peruano, Enrique es peruano". Todo fue demasiado emotivo.

Enrique se despidió diciendo: “Muchas gracias a todos. Por favor, no nos olviden. Hasta siempre, peruanos y peruanas, Dios los bendiga”. No nos vamos a olvidar, sin duda, porque como dijo Enrique en "El hombre delgado que no flaqueará jamás": "En aquella patria, la que llaman Lima/ ¡allí me podréis buscar". Aquí te quedaste, Maestro.

Por último (pero no por ello menos importante), recuerdo haber leído en un poema de Ezra Pound que los hombres tenemos unas cuantas docenas de verdades en la vida, me atrevo a decir un par de las mías: 1. Nunca voy a olvidar el concierto de Enrique, incluidos el par de días previos y posteriores; 2. "El Club de los Imposibles" es mi segunda familia y los amigos que he ganado allí, desearía conservarlos no sólo en la tristeza o la alegría, no sólo hoy y mañana... Sino para siempre.

¡Nada puede, Imposibles! Porque vuestra amistad me sostiene... ¡De cumbia madre!





Pd 1: Mención especial merece la banda de Enrique. Todos grandísimos músicos: Jorge Rebenaque, genial en los teclados, Álvaro Suite, hábil guitarrista y excelente showman al lado de Enrique, el experimentadísimo Ramón Gacías en la batería, la soberbia conducción rítmica del bajo de Robert Castellanos y la perfecta ejecución de punteos (incluido un excelente solo) de Jordi Mena. Además, en todo momento se mostraron amabilísimos con las personas que, afuera del hotel, se acercaban a pedirles una foto o un autógrafo. Se ve que es gente de putísima madre. Pero, sobre todo, hay un nombre que rescatar: Robert Castellanos, bajista de la banda. Un verdadero tipazo, con una sencillez que lo hace aún más valioso como músico. ¡"El Club de los Imposibles" te agradece de corazón, Robert!

Pd 2: Las fotos son obra y gracia de algunos Imposibles que tuvieron la amabilidad de postearlas en la comunidad.


Set List:

1. El Club de los Imposibles
2. La señorita hermafrodita
3. Hay muy poca gente
4. Bujías para el dolor
5. Sólo si me perdonas
6. Docientos huesos y un collar de calaveras

(Solo de guitarra de Jordi Mena)

7. Sácame de aquí
8. El extranjero
9. Contar contigo
10. La herida (versión Bunbury)
11. Alicia (Expulsada al país de las maravillas)
12. Infinito
13. El hombre delgado que no flaqueará jamás
14. Sí
15. El rescate
16. Apuesta por el Rock and Roll
17. Lady Blue
18. De mayor
19. No fue bueno, pero fue lo mejor
20. ...Y al final

Encore

21. No me llames cariño
22. El jinete
23. Canto (el mismo dolor)

Encore

24. El viento a favor
25 La chispa adecuada (versión Bunbury)




2 comentarios:

Anónimo dijo...

asi es mi estimado.. simplemente MAGICO! INCREIBLE!! aun no me la termino de creer... francamente fue demasiado verlo tan feliz y notar que lima era tambien su casa... ahora si, puedo morir en paz!!

Miguel dijo...

Puta q paja de lo del concierto weon!!! ya me contarás algunos detalle x msn

un abrazo!