2010-12-10

Yo no quiero contigo... Ni sin ti


¿Qué es lo que lleva a una persona a alejarse de otra a pesar de aún extrañarle?

La verdad verdad, no lo sé.

Mi magra e incipiente experiencia amorosa me dice que no son muchas, porque cuando te separas de alguien es porque, generalmente, ya no sientes nada por esa persona. No obstante, creo que hay claras excepciones a esa regla. Heme aquí con una de ellas.

"A veces se necesita más amor para dejar ir que para retener". No sé dónde lo escuché (o si me lo inventé como consuelo), pero creo que es acertadísima la frase. A veces, no terminas porque te cansaste de la otra persona, sino porque existe un motivo que, por amor, te llevó a alejarte de ella.

Conozco un tipo que se alejó de su novia porque sentía que ella no era más feliz con él. Las quejas, las peleas, entre otras cosas, terminaron por desnudar lo que nunca hubiese querido darse cuenta: O ella se cansó o, simplemente, se le acabó el amor. En ese contexto, retener a una persona a tu lado simplemente por reternerla o por satisfacer tu gusto, necesidad o "amor", pues no es amor. Es egoísmo y hasta obsesión.

Cuando le pregunté por qué lo hacía, las líneas que anteceden fue lo que me respondió, recordándome que en ese momento, justo en ese momento era cuando él sentía que más la amaba. Jodido, ¿no? También me dijo que lo único que hubiera hecho que cambie de proceder (y acaso lo único que esperaba de ella) era que le dijera que lo amaba y que a pesar de los problemas (acompañado de un cambio de actitud radical de ambos, claro) quería seguir junto a él; que no había idea más equivocada que la de pensar que estaba aburrida. Una suerte de confirmación de amor.

Lo paradójico de todo no sólo es eso, sino encontrarte en la encrucijada de, por un lado, amar y morir por volver y, por otro lado, saber que volver implicaría que todo sea un círculo vicioso que haría que todo recuerdo se degenere (salvo el cambio radical antes mencionado). Una suerte de "Yo no quiero contigo... Ni sin ti", como diría Sabina. Pero, bueno, como él lo dice mejor, a él dejo que te lo diga:



2010-12-07

El amor del Nobel. Un extracto del discurso de MVLL


Les dejo un extracto del vídeo del discurso de Mario Vargas Llosa en la ceremonia de aceptación del Premio Nobel. Asu, escuchar en una ceremonia de ese corte una declaración de sempiterno amor es simplemente conmovedor. Mario Vargas Llosa no sólo destaca por su lucidez y genio creativo, sino también por su humanidad y agradecimiento a la figura de su esposa.

En el vídeo, se ve y escucha a un Vargas Llosa notoriamente conmovido (ni les digo de la audiencia), al punto de quebrársele la voz por lo menos en 3 oportunidades.

He visto este vídeo unas 7856347902378252323472346234 veces. Y vaya que muero por poder hacer una declaración similar (seguro que en una más modesta tribuna) de mi esposa; por poder llegar a esa madura edad amando con esa intensidad.

Como dato adicional, les comento que en este tipo de ceremonia nunca se había escuchado a la audiencia aplaudir al ganador antes de finalizar su discurso.

¡Grande, Maestro!




El discurso en PDF aquí


Highlights:

"El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años [pausa por no poder seguir hablando de emoción] y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que... que me ayudan a escribir. Sin ella, mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los 6 nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos...".

"...Y es tan generosa, que hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: 'Mario, para lo único que tú sirves es para escribir'"


2010-12-06

Hoy


Escrito en algún día y mes de este año

Supongo que hoy es uno de esos días en los que extrañar es una obligación, casi una necesidad vital. Raro. Raro porque yo ya me sentía como Super-Man, como Peretti en esa genial pela de Tarattuto ("No sos vos, soy yo"), que con las pelotas más grandes del universo le dice a su ex, quien cruelmente lo había destruido, que ya lo que sentía por ella cambió, que mutó de forma inexorable. Bah, mejor mirarlo con los propios ojos:

(Te voy a aguar la fiesta si no la has visto. Mejor consíguela y vela toda)

Y, bueno, no es que mi ex quiera volver conmigo. Todo lo contrario, más bien. Tampoco es que quiera volver con ella. El hecho es que hoy he vuelto a extrañarla un "uuuufff". Asu... He vuelto a pensar en que es el amor de mi vida (o tal vez no). En verdad, tampoco sé si es que es a ella a quien realmente extraño o si es que es a la situación, a la sensación de agradecimiento con la vida, con Dios, con esa persona por llenarte tanto y tanto hasta llorar de felicidad (¿Te ha pasado?). No lo sé. Sólo sé que asumo cada instante de mi vida, por más bueno o malo que sea. Siempre hay una cara positiva que verle a las cosas.

Hoy me vine caminando, pensando en una retahila de cosas. Y, ojo, no es que sea infeliz, eh. Me siento súper bien y, claro, tengo otras cosas que agradecerle a Dios y a la vida (¿o es acaso justo estas cosas buenas las que me gustaría compartir con ella). Insisto: no lo sé. Pero digamos que hoy, especialmente hoy, necesitaba esta catarsis, esta suerte de estar consciente que soy y existo, que siento, que también extraño y que -como todos- también tengo astillas en el corazón.

Hora de dormir. Mañana, definitivamente, será otro día.

2010-12-03

Farewell


El último trago significaba justamente eso: el último. Tómo la taza de café y la dirigió hacia la boca con especial lentitud. Mientras tanto, él veía el objeto acercarse a sus labios cuadro por cuadro, casi como la víctima suele ver pasar su vida en lo que la bala tarda en hacerle trizas el corazón. Nunca tan lejano el símil. La escena no era muy distinta de las que típicamente se suelen dar en una despedida: nadie dice nada, pero se entiende todo. O lo que es peor: quieres decir todo, pero callas, y el silencio queda bañado en ambigüedad, convertido en frustrados y apagados gritos.

Se miraron como si ése fuera el último café, el último momento juntos, el último abrazo, el último aeropuerto o, siquiera -por muy mediocre que sea- la última despedida. Se abrazaron tan profundo, que la exigencia de un retorno se tatuó tácitamente en sus cuerpos. Volver a verse era la premisa. Pero el futuro tenía tanta inconsistencia como la bocanada de humo que ella soltó antes de dejarlo todo (absolutamente todo) en esta ciudad. No se puede asir aquello que no pesa más que la incertidumbre. Apagó el cigarrillo con la misma decisión con la que meses atrás le dijo que se iría y tomó las pocas cosas que llevaba con ella. Mientras menos cargara, más fácil se le haría el viaje. Parecía que ésa era la idea: no mirar atrás, no matter what.

Se miraron un rato más, pero sólo un pequeño instante; lo suficiente como para adivinar (o asegurar) que el tiempo haría su trabajo como el óxido lo hace con metal. Lento, pero seguro. Ya como resignado tomó la flor que ella había dejado sobre la mesa y se unió al cortejo fúnebre que sin querer le rendían al futuro. "Te lo dije", le hubiera increpado si hubieran podido tener siquiera la oportunidad de reprocharse algo; pero ya no tenía fuerzas ni siquiera para llorar o tomar su mano, que se mecía con cada paso. El trayecto no duró demasiado, porque de la cafetería a la salida de vuelos internacionales no había más que 10 o 20 metros (que no es igual en distancias emocionales... Uuufff).

Él se resistió a seguirle el paso, a convalidar con su silencio la pena capital que el avión sentenciaría al despegar de la pista cada una de esas gigantes llantas. Se quedó estático, observando cada cabello que la decidida espalda de ella le mostraba. Cuando se dio cuenta, volteó y mostró un gesto adusto, como reclamándole el hacer más difícil la situación. No bien observó sus ojos, realmente entendió el dolor que su partida (literalmente hablando) dejaba en él. Se le llenaron los ojos de lágrimas y corrió buscando encontrar el niño que bien sabía que en él habitaba.

No hubo palabras, sólo el imaginario quiebre de algo que difícilmente puedo explicarles. No hubo sino la seguridad que nada, nada volvería a ser lo mismo. Ahora recuerda ese húmedo abrazo, ese nervioso beso y esa sensación de pérdida que hasta hoy experimenta cuando pisa el aeropuerto.