2009-09-30

Mil pequeñas vocaciones


Me da tanta gracia mi abuela. Siempre que tenemos una reunión familiar suele traer a colación mi pueril pasado hiperactivo. Quienes me conocen, saben que soy tranquilo (no he dicho santo, eh, sólo tranquilo). Pero no siempre fui así. Es más, de pequeño fui una lacra social confesa y militante. Según aseguran los anales históricos de mi familia, era yo uno de esos niños "bala". "Bien inquieto el condenado", diría alguno por allí. Eso sí: inquieto, pero no malcriado.

Recuerdo que lo primero que hacía cuando llegaba a casa de mi tía, era sortear rápidamente los abrazos protocolares y subir corriendo al tercer piso para hacer chocar las bolas del billar que había en esa especie de salón de madera. Era emocionante ver cómo los colores se mezclaban a velocidades meteóricas, ver cómo esas esferas colisionaban como los planetas que, imaginaba, estaban allí arriba del hermoso cielo celeste de verano, más arriba aun de donde Diosito vive. Recuerdo también correr a hacer y deshacer las pistas de carreras de mi primo Martín, que con paciencia de santo me sentaba en la alfombra y me bajaba una colección de autos que el mismo bebé Schumacher habría ansiado tener.

Todo aquello -que acaso esté ligado a esa pueril hiperactividad- me hizo acordar a mi inquietud por saber a qué me iba a dedicar. Ya saben, eso de la vocación profesional. Y es que de pequeño he querido ser todo: arquitecto (pero me desanimé por los números), escritor (¡qué iluso!), torero (pero cuando me di cuenta lo que le hacían a los toros, tiré la toalla), aviador (¡sorry, pero no me gusta la vida militar!), diplomático (desistí por razones similares a lo anterior) y hasta cura (ok, suficiente risa. Párenle ya). Jamás pensé estudiar Derecho, como en efecto hice. Pero me gustaba (y me sigue gustando) ese ideal de la justicia y solidaridad con los demás que implica(ba) esta carrera. Aunque es bien cierto que el Derecho puede llegar a ser o muy noble o muy desgraciado. No en vano, los abogados se han ganado tantos chistes crueles. Y, bueno, como digo: "soy abogado aun con el riesgo moral que ello implica".

Pero supongo que uno tiene un poco de todo. Yo, por ejemplo, por estos últimos tiempos me he dado cuenta que tengo un poco de boxeador (o al menos quisiera tenerlo). Ser uno de esos cabrones que se para aparentemente sin miedo ante los retos y se lleva el mundo por delante [y digo "aparentemente" porque en realidad uno nunca deja de tener miedo, sino que éste se acaba cuando la realidad te arrolla y no puedes permanecer inmóvil, salvo tengas vocación de suicida]. Esos tipos que reciben golpes (de la vida), pero que siempre terminan levantándose, quizás por orgullo o por masoquismo, pero terminan levantádose al fin y al cabo. Esos que cada cierto tiempo, sin saber si al siguiente round serán enviados a la lona, se juegan el todo por el todo.

De pequeño quise ser muchas cosas. Hoy soy abogado... Pero en este preciso momento, cómo quisiera ser boxeador.




Pd. 1: La banda sonora la trae Morrissey con "Boxers". Dejo el vídeo original que, por cuestiones de disqueras, no tiene audio. También dejo la misma canción en vivo con el audio para que ahora sí disfruten plenamente.

Pd. 2: No les dejo la letra porque se me cierran los ojos y mañana hay otro round que pelear. Chau, chiquillos.






1 comentario:

Anónimo dijo...

estimado.. cierto es.. el derecho puede ser noble o desgraciado.. quien diria.. a mi mi psicologo me dijo q estudie lo q quiera menos derecho... y dale.. ahi directamente fui... !!! la vida es asi... un papel en blanco... y la hiperactividad...(a mi humilde opinion) una bendicion..
slds!