2010-06-18

Niño


Hoy en el taxi, camino a casa, pensaba. Hoy en el taxi, camino a casa, sonreía. Hoy en el taxi, camino a casa, estaba feliz. Hoy en el taxi, camino a casa, pensaba y sonreía porque estaba feliz. ¿El mundial, la noticia de que ya no trabajaré los sábados, las dos medidas cautelares que tengo que resolver? (lo dudo). No sé qué me traía tan feliz. Y es que a veces uno no necesita de algo específico para estar feliz, ¿no? O sea, más allá de la sonrisa y esta cara de idiota que generalmente llevo puesta, me refiero a estar feliz de verdad. Raro o no, me siento tranquilo conmigo mismo, sin cuentas pendientes, sin nada qué reprocharme, limpio de corazón y conciencia. Y, ojo, tampoco digo que sea San Giancarlo, eh... Tengo mis cosas... Pero me refiero a que todos (o casi todos los días) le doy gracias a Dios por ser y estar. Creo que ustedes entienden... En fin.

Ahora que lo pienso bien, eso de sentirse feliz por las meras pelotas es patrimonio de los niños, ¿no? Salvo algunas (lamentables y dolorosas) excepciones, los niños paran sonriendo y están contentos todo el bendito día. Quizás me sienta como un niño. Quizás esta desprolija barba de dos días que me adorna es tan sólo una justificación inexorable de mis años. Y es que, pensándolo bien, quizás jamás dejé de ser niño y, gracias a Dios, todos los días tengo un poquito de esa pueril capacidad de sentirme contento sin mediar razón alguna.

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