2008-09-02

Un cuento...


Ordenando archivos en mi compu, encontré un cuento que escribí hace años. Acá lo posteo:


PALOMAS DE CATEDRALES

Entonces, tomó las hojas entre sus dedos y haciéndolas crepitar, las hizo añicos. Yo todavía no podía moverme por lo sucedido y mi actitud era bastante explicable, por cierto.

Llevaba consigo la misma ropa de ese día, para ser más exacto, la misma ropa de esa noche. Todavía el azul brillaba como todo brilla por primera vez. Lo único deslucido era su rostro, donde fácilmente se encontraban una o dos (y hasta tres) clases de desasosiego. Me lo había tratado de explicar de mil maneras días atrás, pero no le supe entender. Debo ser imparcial, desligarme de mi tan recurrido egoísmo, so-pretexto de autodefenderme de tanto embate existencial, de no sé qué y de no sé quiénes. Pero no todo es mi culpa. Fallé, pero también me fallaron. Nunca debió hacer lo que hizo. Aunque, a decir verdad, no se trata de buscar culpables. Ahora que lo pienso mejor, las personas no reaccionan porque sí, digamos que la mayoría de este tipo de reacciones responde a algún tipo de acción. Después de un tiempo, ésa es mi lógica.

Luego de un instante, mordí mis uñas, una a una, como si en una veintena de mohínes alguien pudiera interpretar todo lo que quiero decir pero que nunca digo. Es difícil hacer un recuento exacto de las cosas que se me cruzaron por la cabeza. Tantas ideas amotinadas y tan sueltas al libre albedrío, algo así como las palomas en las catedrales. Pero aunque importante, no es eso de lo que me quiero acordar.

El sábado pasado no fue tan drástico el asunto… sin embargo, todas sus reacciones son excusables, dados los motivos que sirvieron de provocación. Recuerdo haber tomado un café en compañía suya. Soy tan dependiente de ese ser humano –y no es fácil reconocerlo-. Siempre le oía hacer ese ruidito especial con el manojo de llaves, con el cual indudablemente le reconocía. Entró y tiró todos los libros y los discos que juntos habíamos comprado la tarde anterior –fuimos después de hacer lo que ya todo el mundo se llegó a enterar-. Yo quedé de pie (así como lo estoy ahora) sin poder reconocerle en ninguna de las actitudes que tuvo para conmigo. Aun ahora, y aunque parezca escandaloso, tal vez podría justificarle de alguna manera (dicen que hay dolores que no llegan a dañarnos tanto, sino que más bien alimentan nuestras fuerzas. Eso se lo dejo a cada uno). Así es: justificable aun después de lo que acaba de hacerme, porque como escribió Paz: “Nadie se muere de la muerte, todos morimos de la vida”.

Así: vertical y con ojos entreabiertos sigo teniendo miles de palomas de catedrales caóticamente dispersas. Correctas y desesperadas.

Todo es como muy cíclico… y de todos modos, aunque quisiera, ya no hay lugar adonde pueda huir.
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Banda sonora para el cuento a cargo de Lucybell con "Rojo eterno":


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