Estamos acostumbrados a oír malas noticias de las mineras, sobre todo en los últimos tiempos, con la castrante experiencia de Doe Run, minera que ha incumplido en repetidas veces sus compromisos voluntariamente adquiridos a través de su respectivo PAMA (Programa de Adecuación y Manejo Ambiental). No obstante, me encontré con una feliz nota de "El Comercio", que daba cuenta de una minera en el Perú que extrae oro sin dañar (o por lo menos hacerlo dentro de los niveles técnicamente permitidos) el medio ambiente y que adicionalmente tiene un buen programa de responsabilidad social empresarial que involucra a las poblaciones aledañas. Tamaña sorpresa.
Se trata de la minera IRL Limited que, a través de su mina de oro Corihuarmi (en quechua, "mujer de oro"), realiza operaciones entre las regiones Junín y Lima. Esta minera ha implementado altos estándares de tecnología y conservación ambiental, que le permite actuar responsablemente. No sólo ello, sino que también tiene una buenísima gestión en responsabilidad social, capacitando a los pobladores en control de manejo ambiental, implementando un sistema participativo.
Sin duda, creo que lo que alguna vez leí (aquello de que la ética sí es rentable) se aplica en este caso. La minera no sólo es eficiente en su producción aurífera, sino que cumple con sus compromisos con el Estado (que no tendrá problemas en incentivar y aprobar proyectos de este tipo) y convence a los pueblos de que las actividades mineras, en efecto, pueden llevarse de manera responsable, generando desarrollo para sus habitantes; lo que le evita, a su vez, que la propia empresa corra con otros potenciales (e innecesarios) costos sociales, tales como los conflictos y bloqueos de vías que dificulten su actividad.
Planteado de otro modo: ¿Quién dijo que la ética no era útil o rentable?
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